Las declaraciones del alcalde donostiarra Eneko Goia en torno a la inmigración son “fabulosas”, son de “fábula”, porque han conseguido unir en una misma idea, la ciudad, el cambio climático y la demografía. Todo un éxito. En sus propias palabras, Goia nos alerta de que el “invierno demográfico” ha dejado ya de ser una “prospección teórica” para convertirse en una “realidad palpable” en nuestras calles, dando a entender con esta manera pedante y grandilocuente, que la demografía de un país o de una comunidad es un fenómeno tan natural como puede ser una tormenta o el granizo que destruye los cultivos; da a entender que “el invierno demográfico” es un fenómeno contra el que los políticos nada pueden hacer, más que irremediablemente aceptarlo.
La inmigración masiva que vivimos en Europa no es un fenómeno natural como el sirimiri. No. Es un objetivo geopolítico diseñado por los poderes mundiales para Europa desde tiempos de la Guerra Fría. Los informes de Henry Kissinger dejaban claro entonces cuál debía ser el futuro demográfico para Europa. Ese futuro es nuestro presente.
Hoy, el Foro de Davos prevé (provocará) que para el año 2050 más de 150 millones de personas emigren a Europa y Estados Unidos, cifra que se eleva a mil millones en las décadas siguientes. La chapa de colorines que exhiben en la solapa nuestros políticos es la de la Agenda 2030 que en once de sus diecisiete ejes cuentan con objetivos e indicadores para promover el tráfico migratorio entre países.
Además, el tema de la baja natalidad era algo sabido tras el Boom de los nacimientos en los años 60, pero extrañamente aquí no se adoptó ninguna medida en estas décadas, a diferencia de otros países del entorno que sí lo hicieron. Por lo tanto, la inmigración masiva no es un hecho natural, sino que es algo minuciosamente programado por entidades supranacionales, sin legitimidad democrática, con la complicidad, voluntaria o forzosa, no lo sé, de nuestros políticos.
Sin embargo, Goia quiere hacernos creer que los propios lugareños hemos decidido “extinguirnos” porque sí, por mero capricho, y nos dice que esta descomposición es una verdadera “oportunidad”, aunque no menciona para qué es una buena oportunidad, y repite, como no, la cantinela de que la diversidad nos enriquece, como si antes no fuéramos ya un pueblo rico y plural. Palabras vacías en políticos vacíos.
Goia es un buen ejemplo de desconexión entre las declaraciones oficiales y la realidad que cada uno puede percibir en nuestras calles. Donde ellos declaran ver oportunidades, diversidad, progreso social, solidaridades los demás vemos degradación, servilismo, cobardía y extinción de este pueblo.
Necesitamos políticos hechos de una pieza, con valores e ideales que aúnen la comunidad, le den un propósito y trabajen por sus gentes construyendo económica, cultural, social y lingüísticamente nuestro pueblo. La identidad no se negocia, tampoco la demografía. El control demográfico es responsabilidad de toda comunidad humana, así como la del político es facilitar las condiciones para que el relevo generacional sea posible.
Eso supone crear unas condiciones laborales y de vida en la que los jóvenes no tengan que buscarse la vida fuera y sea deseable para los ciudadanos vivir en su propia tierra. En este momento crucial tenemos la obligación de defendernos de los políticos que predican la resignación ante la desestructuración y la aniquilación de este país.
Izan ginelako gara, garelako izango dira. Izan Auzokrazia